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Como arena entre los dedos

El otro día, pensando un poco sobre unos ejercicios de física, me di cuenta de una cosa. La ciencia ha avanzado un montón, y somos capaces de cosas que antes nos resultaban imposibles. Sin embargo, todavía tiene un límite que no ha sido capaz de superar... al menos, que yo sepa.

Os pongo en situación: el sistema internacional, el órgano que decide en qué se mide cada cosa (la longitud en metros, la masa en kilos) define siete propiedades fundamentales de la materia, de las cuales se derivan todas las demás. Estas propiedades son la longitud, medida en metros; la masa, medida en kilogramos; el tiempo, medido en segundos; la corriente eléctrica, medida en amperios; la temperatura, medida en grados Kelvin; la cantidad de sustancia, medida en moles; y por último la intensidad luminosa, medida en candelas (¡¡dale candela!!).

De estas siete propiedades se derivan todas las demás por multiplicación/división/otra operación matemática: la velocidad es la relación entre longitud recorrida y tiempo, el volumen un producto de longitudes, etc.

Actualmente, el ser humano sabe modificar la materia a su gusto. Puede realizar porciones de menor masa o longitud de un cuerpo, aumentar su temperatura o modificar la cantidad de cuerpo que tenemos (cortando o poniendo más). La corriente la sabemos controlar, sino la electricidad sería indomable. Y hasta la intensidad luminosa puede ser modificada, como vemos con los reguladores de las lámparas. Y como de estas propiedades fundamentales se derivan todas las demás, podemos decir que también controlamos todas las demás de forma más o menos directa.

Todas menos una: el tiempo. ¿Qué sabemos del tiempo? Que se mide. Que nos lo marcan los relojes. Que nunca parece haber suficiente, y cuando sobra es insufrible esperar a que pase. Pero no tenemos un control directo sobre él. El tiempo pasa, y pasa, y pasa. Nosotros podemos medir la diferencia de tiempo entre dos instantes, y a eso llamarlo segundos, minutos u horas. Pero no podemos modificar los segundos en sí que ha experimentado un objeto, por ejemplo. Osea, imaginaros que tenéis un trozo de metal, y lo dejáis bajo la lluvia. Se va a oxidar. Pero los segundos que pase bajo la lluvia nosotros no tenemos control. Son los que sean, y nosotros podemos retirarlo de la lluvia, o dejarlo ahí. Pero no podemos el tiempo en sí para que pase menos tiempo, o más.

El tiempo pasa, independientemente de lo que ocurra en el universo. Se escurre del control como arena entre los dedos. Y además, no sabemos definirlo bien. No podemos decir que el tiempo es esto, y ya está. No es como por ejemplo la velocidad, que es la distancia recorrida por unidad de tiempo. Por unidad de tiempo, fijaros y todo.

Esto me hace recordar unas frases el maestro de nominación de El Temor De Un Hombre Sabio, que ahora mismo no recuerdo como se llama (Elodin. Gracias a EdurneMShadow). En una clase que da este maestro, habla de los nombres primarios. Cosas que son lo que son, y que no se pueden describir. Azul, pone de ejemplo. Describe el azul, dice. El protagonista, que había alegado que todo lo conocible se puede describir, se queda sin palabras al no poder describir el color azul. Sin embargo, sabe lo que es. Sabe reconocer el azul. Pero no puede dar una definición concreta. Solo decir que el mar es azul, el cielo es azul. Pero no dice que significa azul en sí.

No sé si me estoy explicando bien. Lo que importa de esta historia no es que no podamos definir el azul, sino que hay ciertas cosas que tratamos con ellas, que las usamos a nuestro favor, pero no sabemos definirlas. No podemos explicarlas. Y no podemos alterarlas a nuestro gusto. El azul es azul para todo el mundo (que no sea daltónico), y no puedes hacer el azul menos azul, porque es otro color distinto ya.

Por lo tanto, el ser humano, todopoderoso y capaz de todo, no es capaz de controlar aquello que sucede entre dos medidas de reloj: el tiempo. Y mira que lleva existiendo toda la vida, ¿eh? ¿Y quién lo habrá puesto ahí? ¿Y qué pasará cuando lo controlemos? Que cada uno responda estas preguntas como quiera. Yo, por mi parte, aquí termino mi reflexión.

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