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Nos vemos en el camino

Os escribo esta entrada ahora mismo desde la playa, en las horas muertas de siesta y digestión en las que solo puedes dar paseos o tostarte al sol. Sin embargo, para variar, esta entrada con nombre de canción de El Sueño de Morfeo no tienen nada que ver con esta cabecera. Mi mente, que funciona a su propio ritmo.

No, hoy os vengo a hablar de otra cosa que yo pienso que cada día pasa más a menudo en nuestra sociedad, una realidad hacia la que estamos siendo irremediablemente catapultados sin darnos cuenta. Vivimos con prisas: para comer, para llegar, para beber... vivimos con prisa por vivir. Como chaval de 20 años, se supone que a los 13-14 debería empezar a beber, a los 15-16 debería empezar a buscarme una chica para salir con ella, e incluso debería haber probado ya a fumar. Todos según las reglas de la sociedad actual.

Vivimos con tanta prisa por vivir, que se nos olvida el disfrutar de la vida. Hoy, sin ir más lejos, me he quedado solo tomándome el café del desayuno porque los demás ya habían terminado. Como rápido, que conste. Pero me gusta disfrutar del café. Que tardo, nada, dos minutos en terminarme el café tranquilamente. Pero esos dos minutos se ven como una pérdida de tiempo. Un desperdicio de recursos.

Creo que el mejor ejemplo de esta velocidad, de esta rapidez por llegar al sitio sin pararse a nada, son las autopistas. A ver, no soy lo que se llama un entusiasta de los viajes, ni voy a poner verdes a las autopistas. Es cierto que son mucho más cómodas, seguras, y rápidas. Pero... te pierdes el viaje. Vale, ir de pueblito en pueblito en una carreterucha de segunda (cuando no es de tercera) no es precisamente la mejor forma de ir descansado. Pero desde la autopista... el paisaje está más allá. Por la carretera nacional ves como el campo termina donde empieza tu carril. Casi, en algunos casos, pareces que puedes tocarlas (si es que no se te echan encima del coche por falta de paso de camiones). Es más cansado, sí. Pero te da la oportunidad de disfrutar del camino.

Y ese es uno de los valores que se están perdiendo. Queremos hacer las cosas rápido, como si fueran para ayer, y disfrutar solo del haberlo hecho. No nos importa el proceso, la vivencia. Y os voy a decir una cosa: uno aprende en el camino, no en el destino. Fijaros sino en cualquier proceso de aprendizaje: aprendes mientras lo haces. Si te lo estudias todo al final, deprisa y corriendo, no aprendes. O al menos, no igual de bien.

Así pues, la próxima vez que vayáis a hacer algo, pararos un momento, y mirar el camino que estáis recorriendo. Que desde el camino podrás ver tu comienzo, y tu destino. Y así aprender lo grandes que has llegado a ser

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